¡Me bloqueo cuando tengo que tomar una decisión!

Desde lo más sencillo como un par de zapatos, hasta llegar a aspectos significativos como pudieran ser la elección de un lugar donde vivir, un futuro profesional o sentimental…, el tener que elegir entre dos o varias opciones, puede llegar a ser para algunos individuos una situación bastante limitadora, e incluso generadora de gran ansiedad.

Partiremos de algunas de las afirmaciones que he ido escuchando al respecto, para intentar descubrir qué se esconde tras este bloqueo:

  • “Quiero hacerlo tan perfecto y ser tan perfect@… que al final no hago nada”. La mayor parte de las personas indecisas experimentan un alto nivel de exigencia que conlleva un estado permanente de duda y ansiedad, lo cual es lógico ya que es imposible alcanzar la perfección.
  • “No puedo equivocarme”. Pretender que las cosas sean perfectas, quizá esconda cierto grado de inseguridad y falta de auto – confianza. Ésta pudo ser ocasionada en el pasado debido a críticas demasiado duras, quizás fueron niños envueltos en un ambiente demasiado estricto, donde jamás los elogiaron ni reconocieron sus dones y talentos. Cuando únicamente pusieron el “ojo en sus fallos”, el crítico interno fue creciendo junto con el miedo al rechazo. Los niños premiados por ser “buenos”, y castigados por ser “malos”, aprenden que “no son dignos de amor si se equivocan”.
  • “Es mejor que otros tomen las decisiones, prefiero dejarme llevar”. Lo que en principio pudiera suponer un alivio, en el fondo va dejando un sentimiento residual de frustración porque una vez más no han sido capaces de tomar una decisión con seguridad y firmeza, que es lo que en verdad les hubiera gustado hacer. Seguir escapando de esos momentos incómodos dejando que otros los gestionen, les hará sentir cada vez más inseguros y, como una bola de nieve que a su paso va rodeándose de capas y capas, el bloqueo cada vez será más grande con cada nuevo enfrentamiento.
  • “Siempre pienso que las cosas se arreglarán solas, luego pierdo oportunidades por no haber actuado a tiempo”. La madurez, entre otros aspectos, implica tomar plena responsabilidad de nuestros actos y omisiones, así como de las consecuencias que de ellos se derivan. Quizás un exceso de protección experimentado en el pasado por parte de sus cuidadores, les eximió de tener que tomar pequeñas decisiones que, ya en la infancia, suponen pequeños “ensayos” al ponerse en contacto con el aprendizaje que supone la frustración. Esto posibilita como adultos, poder comprender y aceptar que la equivocación forma parte de la vida y del proceso normal de aprendizaje, facilitando el enfrentamiento a decisiones importantes con un adecuado y sano nivel de estrés.
  • “Será lo que tenga que ser”. He observado que en presencia de esta dificultad, muchas personas se refugian en un supuesto destino ineludible. Evitan sentirse protagonistas del suceso, intentando situar la responsabilidad en el destino, en cualquier ente espiritual, en el karma o en cualquier otro aspecto real o irreal que les haga sentir más tranquilos. Una vez más, encontramos cierto rechazo y/o miedo a aceptar responsabilidades.
  • “¿Y si me siento mal?”. También podemos encontrar cierta resistencia a las emociones negativas. Todo ello sigue siendo consecuencia del miedo al rechazo, a la responsabilidad, a la frustración…, y todo ello les sigue anclando a su zona de confort, evitando el riesgo todo lo posible.

 

Claves para el cambio:

  • Pretender alcanzar la opción perfecta es la primera “imperfección”. Toda decisión tendrá su cuota de pérdida. Valora con la mayor objetividad posible lo que ganas y pierdes con cada opción, pero ten en cuenta que siempre habrá algo que tendrás que dejar atrás o a lo que renunciar. Jamás existirá la opción que reúna la perfección total y absoluta. Puedes pedir a alguna persona de confianza que te ayude profundizar sobre los motivos que tienes para valorar las distintas opciones. Evita preguntar qué haría ella en tu lugar. Es importante que elijas tú mism@.
  • Comienza el entrenamiento con cosas sencillas y ve aumentando la complejidad. Todo el mundo se enfrenta a momentos de dudas e indecisión. No son situaciones agradables pero son pasajeras. Y es un verdadero descanso tomar decisiones de manera firme y segura. Además, cuantas más veces lo hagas, mayor seguridad en ti mismo sentirás.
  • Te recomiendo que pongas fecha a tu decisión, una fecha realista en la que sepas que no vas a perder una posible oportunidad.
  • Tienes derecho a equivocarte y además, es bueno para ti que lo hagas. Te darás cuenta de que no pasa nada, que habrás aprendido algo valioso y que tú mism@ sigues siendo valios@ aunque cometas errores… ¿dejarías de apreciar a un ser querido porque se equivoque? O ¿admirarías su coraje al actuar, equivocarse, fortalecerse, aprender y rectificar las veces que sean necesarias hasta alcanzar la meta que persigue?
  • Despide a tu crítico interno. Cuando te descubras juzgándote por haber hecho algo incorrecto, aprieta el botón “off”. Piensa qué le dirías a un amigo en el caso de encontrarse en tu situación. Recuerda siempre que tú eres tu mejor amig@, comienza a tratarte como tal.
  • No tomar una decisión también es una decisión. Aunque consigas evadirte y dejes a los demás, al destino o a la vida que decida por ti, también estás perdiendo y renunciando a algo. Valora el no tomar una decisión como otra opción más, con la consiguiente responsabilidad sobre las consecuencias. Ten en cuenta además, que en este caso habrás perdido algo más: una pequeña cuota de seguridad y confianza en ti mism@ al evitar el enfrentamiento.
  • La vida es un riesgo en sí misma. Piensa qué sería de la humanidad si nadie hubiera tomado ningún riesgo, si nadie se hubiera equivocado jamás. La zona de confort en realidad no es tan confortable, sólo es conocida… nada más. La naturaleza humana es curiosa y se dirige siempre hacia el deseo de mejorar su estado actual, hacia la evolución. La “seguridad” es una fantasía. Piensa que cualquier circunstancia imprevista también te puede arrebatar igualmente esa zona de confort.
  • Confía en ti, y en que sabrás gestionar los resultados de tu decisión. Piensa en los errores de tu pasado, en lo que aprendiste y en lo importantes que fueron para llegar a este momento. Dar la “vuelta al calcetín” te ayudará a sentir más seguridad de cara al futuro.
  • Piensa menos y siente más. Aprende a tomar decisiones prestando atención a las sensaciones de tu cuerpo. Entre éste y tu subconsciente hay una comunicación clara y directa, únicamente obstaculizada por tu mente y tus pensamientos. Valora racionalmente las opciones, los pros y los contras, y después pide respuestas a tu cuerpo. Siempre habrá alguna opción que te haga sentir mejor.

Fuerza y ¡adelante!

terapia_nuevo02

www.dianacalvo.com

Sígueme en Facebook

Deja un comentario